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El aceite de girasol es un aceite maravilloso. Se extrae presionando las semillas del propio girasol. Tiene su origen en América, aunque actualmente es conocido y utilizado en todo el mundo. Un aceite con múltiples posibilidades y beneficios, ya que es un aceite vegetal muy utilizado en la cocina. No obstante, también es interesante usarlo en ensaladas, por ejemplo.

A pesar de su origen vegetal, el aceite de girasol tiene que pasar por una serie de procesos antes de llegar a los consumidores. Desde la Fundación Española para la Nutrición (FEN), explican que tras extraer el aceite, se aclara para eliminar partículas microscópicas que no podemos percibir a simple vista. Otro paso es el desgomado que separa los compuestos para que sea apto para el consumo.

¿Para qué sirve el aceite de girasol?

El aceite de girasol tiene muchos usos. A menudo se usa para asar, saltear y freír, debido a su alta resistencia al calor, lo que significa que puede soportar altas temperaturas antes de que comience a humear y oxidarse.

Es habitual utilizarlo para freír, saltear verduras, hacer condimentos o aliñar ensaladas, entre otros muchos usos.

¿Cuáles son los beneficios del aceite de girasol?

En primer lugar, como el aceite que es, tiene propiedades esenciales para el correcto funcionamiento del organismo, como el transporte de algunos tipos de las llamadas vitaminas liposolubles, porque se disuelven en las grasas ( también llamados lípidos). Por tanto, las vitaminas A, E, D y K no podrían viajar por nuestro organismo sin la ayuda de esta grasa.

En concreto, el aceite de girasol tiene un 99,9% de grasa y su composición incluye ácidos grasos poliinsaturados con más de un 60% de ácido linoleico, que conocerás principalmente como omega 6. Estos ácidos grasos se consideran esenciales, lo que significa que nuestro el cuerpo no puede fabricarlos y necesitamos suministrarlos a través de los alimentos.

El aceite de girasol puede ayudar a reducir los niveles de colesterol

El aceite de girasol contiene una alta cantidad de ácido oleico. Esto, al parecer, podría desempeñar un papel en la reducción de los niveles de colesterol.

Específicamente, una encuesta de 15 adultos sanos encontró que aquellos que consumieron una dieta rica en aceite de girasol con alto contenido de ácido oleico durante 10 semanas tenían niveles significativamente más bajos de colesterol (LDL malo) y triglicéridos, en comparación con aquellos que consumieron una dieta que contenga una cantidad similar de grasas saturadas.

Diferencias entre el aceite de oliva y el aceite de girasol

El aceite de oliva es un aceite 100% natural. Es jugo de aceitunas prensado. Se extrae en frío con procesos mecánicos, no se utilizan productos químicos en su extracción o elaboración, ni se somete el aceite a altas temperaturas, como ocurre durante el proceso de refinación del aceite de semilla. Gracias a este sistema de extracción, el aceite de oliva mantiene intactas todas sus vitaminas y polifenoles. Mientras que el aceite de girasol se somete a procesos de refinación en los que intervienen algunos agentes químicos, lo que conduce también a la devaluación de las propiedades del producto.

En cuanto a las propiedades de los dos aceites, cabe destacar el alto contenido en ácido oleico y ácidos grasos omega 3 presentes en el aceite de oliva. Se ha demostrado que estos ácidos grasos reducen la concentración de colesterol LDL o «colesterol malo» y ayudan a elevar los niveles de HDL o «colesterol bueno». Son por tanto excelentes aliados para nuestro sistema nervioso y nuestro corazón. Las grasas del aceite de oliva son monoinsaturadas, o lo que es lo mismo, totalmente beneficiosas para nuestra salud. Por su parte, el aceite de girasol está dominado por el ácido linoleico y las grasas poliinsaturadas, parámetros poco beneficiosos para nuestra salud cardiovascular.